Múltiples marcas de empresas transnacionales se han mantenido en complicidad con Monsanto en ese plan de producción masiva a bajo costo económico, pero, como se ha visto, con un altísimo costo para la salud de las personas. El problema es de tal magnitud que no hay otra manera de llamar las acciones irresponsables de Monsanto y sus aliados sino como un auténtico atentado contra la humanidad.
Si quieren conocer qué tan expuestos estamos a desarrollar las enfermedades degenerativas, en muchos casos terminales, vinculadas al consumo de transgénicos, revisen las etiquetas de sus alimentos y bebidas favoritas, y si encuentran que contienen algún derivado del maíz o de la soya, tengan por seguro que se trata de un producto fabricado con semillas que fueron alteradas genéticamente en un laboratorio.
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