África es en el siglo XIX el continente en el que confluyen, de forma conflictiva, las pretensiones de todas las potencias colonizadoras; en búsqueda de materias primas y mano de obra barata o gratis, especias, metales preciosos y poder. En África se instalan ingleses y franceses, grandes del imperio, pero también belgas, alemanes, italianos, portugueses y españoles. En 1880 los europeos ocupaban únicamente una serie de posiciones costeras.
La Conferencia de Berlín, celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885, fue uno de los grandes acontecimientos diplomáticos de finales del siglo XIX. El resultado fue la regulación del "Reparto de África", o ese último y apresurado intento para aprovechar y reclamar territorio en el último continente no explotado en el mundo. Ningún africano participó en las negociaciones, y las repercusiones de la Conferencia de Berlín siguen dando forma a los acontecimientos en el África moderna.
Portugal convocó a una conferencia para abordar el reparto del botín en este continente, pero el evento fue organizado por el canciller alemán Otto von Bismarck, por lo que se llevó a cabo en Berlín. Asistieron el Imperio Austro-Húngaro, Bélgica, Dinamarca, Francia, Holanda, Italia, Portugal, Rusia, España, Suecia y el Reino Unido. Los estados no europeos en la conferencia fueron el Imperio Otomano y los Estados Unidos.
El resultado de la conferencia fue el Acta General. La cual esencialmente dibujó las fronteras del África colonial, y la mayoría de esas fronteras continúan hasta hoy. Por lo tanto, definió la cara del África moderna e internacional. Muchas de estas fronteras fueron trazadas a menudo teniendo en cuenta lineamientos administrativos o preocupaciones políticas, muchas veces con poca consideración sobre las referencias geográficas, y sin ninguna idea en absoluto sobre las fronteras étnicas. El resultado dejó conflictos étnicos considerables desde que comenzó la descolonización en la década de 1960.
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