Salvador Dalí es conocido por sus impactantes imágenes surrealistas y sus habilidades en la pintura y el dibujo.
Los recurrentes temas en la mayoría de sus obras muestran grandes simbologías, imágenes y representaciones que están totalmente ligadas a la arcaica élite mundial, junto con sus sociedades y sus métodos de sometimiento y manipulación.
La personalidad excéntrica y extravagante de Dalí no era una casualidad.
La enorme evidencia que dejan sus obras da claramente a entender que Salvador Dalí era miembro de la francmasonería y otras sociedades secretas con fines más específicos.
Y no sólo eso, sino que también desempeñaba un papel importante en los planes de la élite.
Es de saber común que Dalí fue ‘contratado’ varias veces para diseñar y armar los escenarios para determinadas ‘fiestas’, llevadas a cabo casualmente por miembros distinguidos de la nobleza europea. Tales como la familia Rothschild.
La verdadera función de Dalí allí, era la de diseñar y preparar los escenarios para que estas personas realizaran sus nefastos rituales. Lo que ocurre tanto en ámbitos privados como en públicos.
Pero las funciones de este artista no terminaban allí.
Sus pinturas y esculturas fueron hechas con otras intenciones, más que la de imaginar y concebir arte. Un gran número de sus obras fueron creadas para ser utilizadas en los trabajos de iniciación de las sociedades secretas y escuelas de misterios. Es decir, que sus obras conllevan mensajes criptados y símbolos específicos. Puestos allí adrede y cada uno con una intensión y un significado diferente.
Entre los innumerables ejemplos, se destacan las pinturas ‘Piaceri Illuminati’ y ‘El Ojo de 1945’.
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